Un emperador convocó a todos los solteros del reino para buscar pareja a su hija. Todos los jóvenes de la ciudad asistieron y el rey dirigiéndose a ellos les dijo: “Os daré una semilla diferente a cada uno; al cabo de 6 meses deberán traerme en una maceta la planta que haya crecido, y la más bella ganara la mano de mi hija y el reino”. Pasado el tiempo pactado, había un joven que planto su semilla y la cuido pacientemente pero esta no germinaba. Mientras los demás jóvenes se jactaban y mostraban sus hermosas plantas, el joven se sentía muy triste, al ver que era la burla de los demás, por tanto desistía de presentarse ante el rey; pero su madre le insistió en que debía ir al palacio pues él era un participante y tenía que estar ahí. Con la cabeza baja y avergonzado desfilo al último de la fila hacia el rey, mientras los demás continuaban con sus comentarios. El rey admirado inspeccionaba una a una las plantas tan hermosas que presentaban, pero al llegar a aquel joven observo su maceta vacía y su rostro avergonzado. De pronto levanto la mano y pidió a sus súbditos que traigan a su hija. Todos quedaron atónitos, no entendían que estaba sucediendo, cuando el rey dijo: “He aquí que este es el nuevo heredero del trono y aquel que se casara con mi hija, pues a todos ustedes se les dio una semilla infértil y quisieron engañarme plantando otras semillas, pero este joven tuvo el valor de presentarse y mostrar su maceta vacía, siendo sincero, noble, justo y valiente; cualidades que todo rey debe tener y que mi hija merece”.
Muchas veces buscamos agradar a las personas, y terminamos haciendo lo incorrecto, a pesar que sabemos que esto contrista el espíritu de Dios. Tratamos de buscar la atención y la aceptación de los demás, cuando en realidad nuestra prioridad debe ser nuestro Padre Celestial.
La biblia nos enseña en Romanos 14: 17, 18
“Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres.
Proverbios 3: 3 y 4
"Nunca se aparten de ti la misericordia y la verdad; Átalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón; Y hallarás gracia y buena opinión Ante los ojos de Dios y de los hombres".
Bendiciones y un fuerte abrazo,
Sonia
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